lunes, 30 de enero de 2012

"El populismo no es un cuento Chino" - TP

Por Helena, Claudia Marcela, Tevsic, Marcelo, Rushan, Cesia y Zanetti, Andrea Celeste

El objetivo de este trabajo es apartarnos por un momento de la corriente de pensamiento en la que nos encontramos inmersos y que influyo e influye en cada aspecto de nuestra vida en sociedad  para poder descubrir otro tipo de creencias y formas de vida. Si bien es un tema muy extenso vamos a acotar nuestro universo de análisis tomando como base a los autores occidentales de las corrientes realistas, realizando una comparación sobre la figura del líder político y gobernante en las culturas orientales.


 Marco teórico
 
Pudimos encontrar  puntos de encuentro entre el análisis sobre la política llevado a cabo por Baruch Spinoza, filósofo racionalista y pensador religioso holandés  y Lao-Tsé a quien se le atribuye haber escrito el Dào Dé Jing o Tao Te Ching, obra esencial del taoísmo.
Vamos en principio a exponer brevemente el pensamiento de Spinoza. Este  establece que la única sustancia existente es Dios, que se nos presenta como múltiple.  Lo múltiple es entendido como manifestación de la sustancia, como la unión de todos nosotros, que viviendo en forma armoniosa nos acerca a Dios.  Dios es inmanente a nosotros, está siempre presente.  El sujeto de la vida en comunidad es la multitud, la cual diferencia del colectivo y del individuo.  Se desarrolla así la idea de cuerpo único, en el que todos conformamos un mismo cuerpo, que encierra en sí mismo la idea de Dios.
La sustancia según Spinoza, es infinita, a diferencia de los hombres que somos finitos, porque somos causa de cosas exteriores, siendo la sustancia causa de sí misma.  Los hombres conocemos a la sustancia por sus atributos, que son infinitos, pero nuestra capacidad nos permite conocer sólo dos de ellos: extensión (cuerpos) y pensamientos (alma).
El autor, le da importancia a las pasiones, relacionadas con los afectos y deseos.  Éste define al ser humano como un “conatus”, que significa el deseo de conservación.
Respecto de la forma de gobierno, piensa en la posibilidad de que la multitud sea quien detente el poder, el cual puede presentarse de diferentes formas.  El régimen más idóneo para llevar a cabo el poder de la multitud es la democracia absoluta, que en términos prácticos e ideales es difícil de lograr.
El concepto de libertad es central en su pensamiento, y sostiene que todo régimen político debe favorecerla.  Su importancia radica en la idea según la cual el hombre cuanto más libre es, más se acerca a Dios.  La libertad supone la posibilidad de reconocer y poder elegir a partir del empleo de la razón, que nos conduce a la felicidad y la perfección.
Desde la filosofía oriental podemos establecer una correlación entre el taoísmo y el autor previamente mencionado. El taoísmo fue ideado por  Lao-Tsé, quien  debido contexto de guerra que vivía china Lao-Tsé postuló un tratado filosófico donde planteaba las causas del comportamiento hostil del hombre y los comparaba con el comportamiento natural de la naturaleza, mostrando como es que los ciclos cósmicos naturales, los diferentes elementos y ecosistemas, y los animales mismos, vivían en una perfecta armonía que debía servir de ejemplo para trasladar dicha prosperidad a la vida del hombre, el cual en contraste se comportaba de forma autodestructiva y contraproducente para sus semejantes (parecido a lo expuesto por Rousseau). Siguiendo el ejemplo de la naturaleza y el Cosmos, el filósofo  idea el concepto de  Tao como la máxima idea de plenitud y totalidad universal, mostrando que en la naturaleza la interacción de las distintas partes en favor de su beneficio mutuo es lo que permite el desarrollo de todas las cosas, razón por la cual el hombre debe adoptar un nuevo orden social donde su interacción mutua se corresponda al desarrollo común de las vidas de todos. Esto se podría relacionar con la idea de multitud de Spinoza, como establecimos previamente la multitud es sinónimo de Dios al igual que la totalidad es de Tao.
Más allá de los puntos de encuentro deberíamos destacar entre Dios y el Tao una diferencia fundamental, mientras que el Tao es impersonal (definida como una fuerza, principio o energía a la que se le atribuye la creación) el Dios cristiano es un ser personal. Aquí vemos un acercamiento entre los dos filósofos ya que los dos plantean un Dios impersonal, razón por la cual el pensamiento de Spinoza no fue muy bien recibido entre sus contemporáneos.
Por último, cabe destacar que si bien desde el taoísmo no surge una teoría política explicita establecen que los gobernantes serían sabios si entendieran que su papel es no interferir en el funcionamiento natural de la sociedad. El buen gobernante pasa inadvertido.
Por otro lado encontramos en Ana Arendt una intelectual que expone en sus escritos un tipo de accionar político totalmente contrario al llevado a cabo por el actual presidente de China Hu Jintao.  Para la autora la política es un acto de un grupo, consiste en que los hombres diversos se relacionen entre sí. Para que esto suceda es necesario que salgan de su vida privada a encontrarse con los otros en un lugar público. Por lo tanto, un auténtico cambio político es la participación de quienes eran pasivos y después constituyen un poder. Considera que el pluralismo es la base de lo social, pregonando lo heterogéneo a lo homogéneo. Establece que la libertad es central en la política y la democracia debe funcionar en consejos. Arendt apunta a la Democracia Directa de la Polis Griega, donde los hombres interaccionan y construyen la política juntos. La política y la libertad están asociadas, si no hay libertad no hay política.
 Un accionar político totalmente opuesto a lo expuesto por Ana Arendt es el actual gobierno de China. Luego de la proclamación de la República Popular, que tuvo lugar cuando se derrocó al partido nacionalista en la guerra civil que se desarrolló en ese país. Se sucedieron en China cuatro generaciones de líderes comunistas. Desde el primer mandato a manos de Mao Zedong se llevó a cabo una reestructuración de las anteriores estructuras de poder, que solía sostenerse sobre tres pilares. Desde ese momento los tres cargos son ocupados por una misma persona, en la actualidad es  Hu Jintao, quien es considerado el hombre  más poderoso del mundo.
Desde la asunción al poder del régimen comunista hasta la actualidad, los gobernantes de China se caracterizaron por llevar adelante un tipo de política de corte totalitarista y autoritaria, que impedía la libertad de expresión, la libertad de prensa, la libertad de reunión, la libertad de asociación, la libertad de huelga, por ende suprimió toda manifestación de democracia, negando los derechos del hombre y su dignidad. Situación expresada claramente por la carta escrita por Liu Xiaobo, quien cumplió una condena de once años en prisión por participar en manifestaciones y pedir reformas políticas al gobierno. (Anexo 1)
En los grandes relatos de la actualidad, el populismo ha adquirido gran presencia.  En Latinoamérica el populismo viene recobrando un gran peso y valor en el discurso político.  Es notoria la controversia que se encierra dentro del concepto al enfrentar distintas concepciones filosóficas.
La concepción de lo popular entre seguidores de las corrientes idealistas y populistas son totalmente opuestas.  Mientras que los idealistas ven al populismo con desprecio, los realistas lo valoran positivamente.
Respecto del populismo encontramos dos posturas enfrentadas: por un lado una mirada negativa, vinculada al liberalismo, que lo interpreta como el uso de medidas de gobierno de carácter demagógicas y degradantes, destinadas a ganar la simpatía de la población para implementar un sistema de gobierno autoritario y, por otro lado, una concepción vinculada a las corrientes realistas que lo toman como un modo de construir lo político con atención a las demandas heterogéneas, revalorizando ideas como el bien común, la igualdad, la no discriminación, la lucha contra la explotación, etc.
Una nueva noción de populismo es la expuesta por Laclau (teórico político argentino). Según este intelectual el populismo se constituye cuando hay una necesidad que permanece insatisfecha y pasa a ser demanda (que puede ser: democrática, diferenciada del resto, o popular, compartida con un grupo de individuos) y la demanda, a su vez, pasa a ser equivalente a otras demandas que también permanecen insatisfechas, que pueden ser distintas entre sí, pero va a haber un punto de equivalencia que las va a agrupar. El populismo requiere que la sociedad se divida en dos, entre quienes tienen el poder y quienes no y se presentan a sí mismos como parte que reclama ser el todo. Lo que vuelve hegemónico esto es volver una característica particular en una general, esto es identitario. Otra característica del populismo es su significante vacío, es decir, un significante que esta desprovisto de sentido por asfixia del significado, este es todo en la nominalización que es central en cualquier signo. Por lo tanto para Laclau la existencia de una pluralidad de demandas democráticas insatisfechas, permite que empiece a desarrollarse una cadena equivalencial entre las mismas, dada por su oposición al régimen que las ha excluido, hasta que una de estas demandas por el juego del discurso y de la retórica en medio de una lucha por la hegemonía puede convertirse en un significante vacío, es decir, que puede abarcar al conjunto de demandas democráticas insatisfechas construyendo de esta manera una totalidad (fallida, ya que debe ser lo suficientemente ambigua para que las diversas particularidades puedan identificarse con ella).
Empieza siendo un nombre, una síntesis de demandas que comparten un principio de identidad. Todos los que se inscriban en esta lógica de demandas se sentirán atraídos por este punto de referencia. A su vez, toda identidad popular tiene una estructura interna que es esencialmente representativa. El líder es síntesis de las mejores expresiones del grupo. Decisiones y elecciones requieren como punto de partida una identidad que no precede sino que es resultado del proceso de representación.
En la carta anexada al trabajo se trasluce la necesidad de unir las demandas que el régimen de Hu Jintao y todos sus antecesores han ignorado, pudiendo generar un significante vacío que es la necesidad de cambio y el pedido de democracia. En la carta Liu Xiaobo expresa:

“Esperamos que nuestros conciudadanos sean conscientes del mismo sentimiento de crisis, de responsabilidad y de misión y, ya se encuentren al servicio del gobierno o no, sea cual sea su estatus social, dejarán a un lado sus pequeñas diferencias y aceptarán los objetivos generales de este movimiento ciudadano.”

Otra corriente filosófica central en China surgió como la filosofía dominante en el reino de Qin durante los anárquicos años entre los siglos IV y III a.C. en lo sucesivo se mantuvo la administración centralista de inspiración legista, la cual se prolongó hasta 1912 presentando una disminución en el control gubernamental sobre la economía y la ideología.
  Los legistas fundamentaron sus ideas en las enseñanzas de Xun-zi quien sostenía que las tendencias innatas del hombre necesitan ser refrenadas por medio de la educación, exponía que la naturaleza humana era mala e incorregible y que era necesario un estricto control sobre cada aspecto de la sociedad humana (se puede vislumbrar una similitud a lo expuesto por Hobbes, quien establece que el hombre por naturaleza es salvaje, egoísta, corrupto, etc.). Toda libertad personal estaba subordinada a su objetivo de crear un Estado fuerte bajo un soberano con autoridad ilimitada.
Según este pensamiento político es necesario fortalecer el poder del monarca. Según los  legistas hay tres conceptos centrales en la idea de política:
• El sistema legal: hace referencia a que el estado ideal debe tener leyes muy severas, recompensar a las personas que aporten beneficios y castigar los infractores de la ley.
• La astucia política: quiere decir que el monarca tiene que conocer qué medios son adecuados para gobernar bien, debe hacer frente a sus opositores políticos y mantener su poder y su rango.
• La autoridad: significa que el monarca debe conservar una buena y férrea autoridad y tiene que saber controlar a sus ministros.
Podemos realizar un paralelo entre el pensamiento de los legistas y los supuestos de Maquiavelo quien entiende al Estado como un poder central, soberano e independiente al cual se subordina todos los principios de autoridad medievales, incluso el religioso (el cual pertenece a lo privado y por lo tanto, no debe actuar en lo público, que vendría a ser el Estado, ya que según Maquiavelo quien es bueno en lo público, difícilmente lo sea en lo privado). Es decir, entiende al Estado como un orden político autónomo que no admite nada superior a el y que tiene al poder como atributo distintivo.
Para Maquiavelo, quien detente el poder debe hacerlo combinando la crueldad y el consenso. Esto es, se debe combatir, primeramente con las leyes, pero de no bastar estas es necesario que se aplique la fuerza. El príncipe debe lograr que el pueblo no lo odie, pero tampoco temerle a la fama de cruel si con esta sus súbditos se mantienen unidos y leales. Pero en esta “economía” de la crueldad “…donde los castigos son grandes, grandes deben ser también los premios para que los hombres tengan los mismos motivos de temor y esperanza…”. La república, según Maquiavelo, debe preveer procedimientos legales e institucionales que afirme el poder y garantice la seguridad de todos. Para organizar una república, el príncipe debe estar solo en el poder.
El hombre siendo una mezcla de pasión y razón, debe encontrar el justo equilibrio entre estos dos elementos, teniendo en cuenta que la razón nos lleva a la virtud que nos ayuda a controlar la pasión. Los Estados se adquieren gracias a la virtud o por medio de la fortuna, pero la primera predomina sobre la segunda. La virtud que debe tener el gobernante es la capacidad de acción en el presente real para la obtención de un fin. Maquiavelo sostiene que los hombres no son buenos y no guardarían al gobernante su palabra, por lo cual este tampoco debe guardarles la suya. No es necesario que el príncipe tenga virtudes morales, pero si es importante que aparente tenerlas.
Encontramos un singular parecido entre el legismo y lo planteado por Maquiavelo, al menos en cuanto al aspecto legal en el que ambos hacen hincapié en la necesidad de leyes en un Estado ideal. Si bien, para el pensamiento legista las leyes deben ser muy severas, para Maquiavelo esto no es excluyente, las leyes en este último tiene un fin de subordinar y organizar, garantizando la unidad del pueblo, de todas maneras, la severidad debe aplicarse de ser necesaria. Ahora bien, ambas miradas coinciden en que se debe recompensar a quienes “se comportan bien” y castigar a quien no.
En cuanto al monarca, ambos coinciden con que este debe saber mantener su autoridad e imponerse (controlando a sus ministros), y debe tener astucia para, dirán los legistas, conocer qué medios son adecuados para “gobernar bien”, hacer frente a sus opositores y conservar su poder y autoridad. En cuanto a esto, Maquiavelo sostendrá que son necesarias la astucia y la fuerza, “ser zorro para conocer las trampas y león para amedrentar a los lobos”.


Conclusión

Para concluir, nos parece interesante atender al término de república, que remite al significado de “cosa pública” según se desprende del vocablo latino “res” (cosa) perteneciente al “populus” (pueblo). El concepto tradicional que en occidente se le da al término república supone que el poder reside en el pueblo, es decir en el soberano, representado por los gobernantes que elige de algún modo preestablecido. Aristóteles decía “un montón de hombres no es una república”. En occidente la república supone un sistema institucional que se diferencia de las tiranías y de las monarquías absolutas, en la cual los gobernantes como los ciudadanos viven bajo las normas establecidas en la constitución, que reconoce derechos y deberes para todos por igual.
Una de las características fundamentales de la república entendida en términos tradicionales supone la división de poderes, para evitar su concentración y abuso, tal como lo establecía Montesquieu.
      Si bien el término república lo solemos asociar al de democracia, notamos que en un punto los términos se pueden distanciar. Encontramos así que en algunas repúblicas en las que los conceptos “soberano” y “pueblo” no coinciden en la misma figura, es decir que quien detenta el poder de decidir “por, sobre y para los otros” no es el pueblo.
    Si bien en este trabajo nos propusimos como fundamento trabajar sobre la concepción de “lo popular” y la figura del líder político y gobernante, nos resultó interesante que de ello se desprendieran como conclusión la redefinición de dos términos que desde nuestra concepción cultural están tan naturalizados como lo son: la “república y la soberanía”. Dado que entendemos a la república en términos tradicionales de occidente, no se nos ocurriría pensar en una organización que desatendiera a esos ideales, como así tampoco asentir que en un marco republicano el “auténtico soberano” se alejase categóricamente de la figura del pueblo.
Al encarar este trabajo nos encontramos con una autodenominada “República Popular China” y bajo esta denominación nos enfrentamos a otra concepción distinta de lo que entendemos nosotros como “popular”. Con un marco teórico que incluye autores como Baruch Spinoza, Ana Arendt o Ernesto Laclau, el término “popular” queda criteriosamente alejado conceptualmente de los patrones que rigen en los supuestos de la denominación de la “República Popular China”.
Nos parece importante rescatar el término “popular” que fue la inspiración para llevar adelante este trabajo, principalmente por tres motivos, porque existe un resurgir vigoroso en nuestra región latinoamericana, porque nos parece una oportunidad para tratar el tema desde otra perspectiva y porque creemos que es un contexto oportuno para la revalorización del concepto. Creemos que es importante distanciarnos de las posturas que denigran lo popular asociándolo al concepto de masa, que queda encerrado en un campo léxico asociado a lo primitivo, al sin sentido, a la brutalidad, a lo negativo en términos de poca racionalidad, como si la razón iluminista fuera el único eje rector de la vida humana.
Entendemos a lo popular como el elemento propio que hace a lo político, como un modo de construcción compleja articulado que valore la participación y la inclusión, y que eleve al pueblo en su rol de actor histórico. Este es el criterio por el cual nos encontramos con una contradicción concluyente en la denominación de la República China en tanto se autoproclame república popular.

 Anexo
(1) “Carta 08”: Manifiesto de la disidencia china

Han pasado cien años desde la redacción de la primera constitución china. En 2008 se celebra igualmente el 60º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el 30º aniversario de la aparición del “Muro de la democracia” en Pekín y el 10º aniversario de la firma del Pacto Internacional de derechos cívicos y políticos [de las Naciones Unidas] por parte de China.
Nos acercamos igualmente al 20º aniversario de la masacre de los estudiantes que se manifestaban a favor a la democracia en la plaza de Tiananmen.
El pueblo chino, que soporta una situación desastrosa en materia de Derechos Humanos y protagonizó innumerables luchas a lo largo de estos años, constata con claridad que la libertad, la igualdad, y los derechos del hombre, son valores universales de la humanidad, y que la democracia y un gobierno constitucional son un marco fundamental para preservar estos valores.
Alejándose de tales valores, el enfoque del gobierno chino en cuanto a la “modernización” resulta desastrosa, privando al pueblo de sus derechos, destruyendo su dignidad y corrompiendo el transcurso normal de las relaciones humanas. En consecuencia, nos planteamos la siguiente pregunta: ¿hacia donde va China en el siglo XXI?; ¿Continuará con su “modernización” autoritaria, o se adaptará a los valores universales, se vinculará al derrotero común de las naciones civilizadas y edificará un sistema democrático? Resulta imposible eludir estas cuestiones.
El choque del encuentro con Occidente en la China del siglo XIX dejó al desnudo el sistema autoritario decadente y marcó el principio del periodo que denominamos generalmente como de “los mayores cambios que conoció China en muchos milenios”.
A esta mutación le siguió el movimiento de “autoreforzamiento” que tenía, sobretodo, por objetivo, acceder a las tecnologías que permitieran fabricar buques de guerra y otros objetos occidentales. La humillante derrota marítima de China frente a Japón en 1895 no hizo otra cosa que confirmar la obsolescencia del sistema chino.
Las primeras tentativas de introducir reformas políticas tuvieron lugar tras las desgraciadas reformas del verano de 1898, pero fueron aplastadas sin miramientos por los ultraconservadores en el seno de la Corte Imperial.
Con la revolución de 1911, que permitió crear la primera República de Asia, el sistema autoritario imperial, de muchos siglos de antigüedad, se suponía que caería en el olvido para toda la eternidad. Pero el conflicto social en el interior de nuestro país, así como las presiones exteriores, impidieron que esto fuera así: China se divide en feudos de señores de la guerra y el sueño de la República se desvanece.
El doble fracaso de este “movimiento de auto-reforzamiento” y de la renovación política llevaron a nuestros ancestros a preguntarse acerca de la posibilidad de que una eventual “enfermedad cultural” habría azotado nuestro país. Este cuestionamiento dio lugar, tras el Movimiento del 4 de Mayo a finales de los años 1910, a la corriente que exaltaba “la ciencia y la democracia”. No obstante, esta tentativa fracasará también bajo la represión de los señores de la guerra y la invasión japonesa (a partir de 1931 en Manchuria) provocando una crisis nacional.
La victoria sobre Japón, en 1945, dará una nueva oportunidad a China de evolucionar hacia un gobierno moderno, pero la victoria comunista sobre los nacionalistas, durante la guerra civil hundirá a China en el totalitarismo. La “nueva China” nacida en 1949 proclamará que “el pueblo es soberano”, pero instaurará un sistema en el que es el Partido quien disfruta de toda potestad.
El Partido Comunista chino tomó el control de todos los órganos del Estado, todos los recursos económicos, políticos y sociales del país, y provocó una larga sucesión de desastres en el plano de los derechos del hombre, incluyendo la “Campaña Anti-derechistas” (1957), el “Gran Salto Adelante” (1958-1960), la “Revolución Cultural” (1966-1969), la “Masacre del 4 de Junio (sucesos en la Plaza de Tiananmen)” (1989), así como la represión actual de todas las religiones no autorizadas, la supresión del movimiento “Weiquan” (movimiento de defensa de los derechos cívicos, tal y como se enuncian en la constitución china y en el Protocolo de la ONU firmada por el gobierno chino).
Durante todo este periodo, el pueblo chino pagó un precio colosal. Decenas de millones de personas perdieron sus vidas, y muchas generaciones vieron su libertad, su felicidad, su dignidad humana cruelmente aplastadas bajo sus pies.
A lo largo de los dos últimos decenios del siglo XX, la política de “reforma y apertura” del gobierno alivió al pueblo de los efectos de la pobreza y del totalitarismo de la época de Mao Zedong, y tuvo por efecto mejorar el nivel de riqueza y las condiciones de vida de muchos chinos, así como el reestablecimiento parcial de la libertad económica y de los derechos económicos.
La sociedad civil empezó a desarrollarse y los llamamientos en favor de más derechos y libertades políticas se multiplicaron igualmente. Aunque la élite en el poder operó un deslizamiento hacia la propiedad personal y la economía de mercado, progresivamente fue mutando, pasando a un rechazo absoluto de todo “derecho” al reconocimiento parcial de los mismos.
En 1988, el gobierno chino firmó dos importantes pactos internacionales sobre los derechos del hombre. En 2004 enmendó la Constitución para incluir en ella la frase “respetar y proteger los derechos del hombre”. Y este año, en 2008, se comprometió a promover un “plan nacional de acción en favor de los derechos del hombre”.
Desgraciadamente, la mayor parte de estos progresos políticos no fueron más allá del papel en el que estaban escritos. La realidad, a simple vista, es que China tiene numerosas leyes pero no un Estado de Derecho, tiene una Constitución pero no un gobierno constitucional. La élite al mando continúa aferrada a su poder autoritario y rechaza toda evolución hacia cambios políticos.
El resultado es una corrupción oficial endémica, un debilitamiento de todo el Estado de derecho, de los derechos del hombre, siempre frágiles, el hundimiento de toda ética pública, un capitalismo de favoritismo, de crecientes desigualdades entre ricos y pobres, el saqueo de los recursos naturales, así como de nuestro patrimonio histórico y humano, y la exacerbación de una larga lista de conflictos sociales, incluyendo, en el último periodo, una animosidad creciente entre la gente común y las autoridades.
Aunque estos conflictos y crisis ganan en intensidad, aunque la élite en el poder continue aplastando y pisoteando con toda impunidad el derecho de los ciudadanos a la libertad, a la propiedad personal, a la búsqueda de la felicidad, asistimos a una radicalización de quien no tiene poder en el seno de la sociedad: los grupos vulnerables, los grupos que fueron reprimidos, que sufrieron cruelmente, incluyendo la tortura y que no tienen ningún espacio para protestar, ningún tribunal para que sus quejas sean escuchadas.
Estos grupos son cada vez más militantes y dejan entrever la posibilidad de un conflicto violento que puede llegar a tomar proporciones desastrosas. El declive del sistema actual alcanzó un nivel en el que el cambio ya no puede ser más que una simple opción.
Nuestros principios fundamentales
Estamos ante un momento histórico para China, y nuestro porvenir está en el aire. Revisando el proceso de modernización política del siglo pasado, reafirmamos y aceptamos los valores universales básicos que señalamos a continuación:
La Libertad. La libertad está en el centro de los valores humanos universales. La libertad de expresión, la libertad de prensa, la libertad de reunión, la libertad de asociación, la libertad de lugar de residencia, la libertad de huelga, de manifestarse, de protestar, son manifestaciones de la libertad. Sin libertad, China quedará eternamente alejada de los ideales civilizados.
Los derechos del hombre. Los derechos del hombre no están concedidos por un Estado.
Toda persona nace con su derecho inherente a la libertad y a la dignidad. El gobierno existe para asegurar la protección de los derechos del hombre y sus ciudadanos. El ejercicio del poder del Estado debe ser autorizado polo pueblo. Los sucesivos desastres políticos en la historia reciente de China son consecuencia directa de la falta de respeto del régimen actual hacia los derechos del hombre.
 La igualdad. La integridad, la dignidad, y la libertad de toda persona (sea cual sea su situación social, su profesión, su sexo, su condición económica, su origen étnico, el color de su piel, su religión o sus convicciones políticas) deben ser los mismos para todos. El principio de igualdad ante la ley, y la igualdad de derechos sociales, económicos, culturales, cívicos y políticos, debe ser respetada.
El republicanismo. El Republicanismo, que preconiza que el poder sea equilibrado entre las diferentes ramas del gobierno y los distintos intereses, debe ser respetado. Se aproxima al concepto político tradicional chino que estima que “todos son iguales bajo el cielo”.
Permite la todos los grupos de interés y a los colectivos sociales, a la gente de culturas o de creencias diferentes, ejercer su propio gobierno de manera democrática, y delibera para encontrar soluciones pacíficas a todas las cuestiones de interés público, sobre la base de un acceso igual al gobierno, y de una competencia libre y honesta.
La Democracia. Los principios fundamentales esenciales de la democracia son que el pueblo es soberano y que este elige su gobierno. La democracia tiene las siguientes características:
1) El poder político dimana del pueblo y la legitimidad de un régimen proviene del pueblo.
2) El poder político es ejercido a través de las decisiones adoptadas por el pueblo.
3) Quien ostenta las principales funciones oficiales en el seno del gobierno será determinado en elecciones regulares y abiertas a la competencia.
4) Se respeta siempre la voluntad de la mayoría, la dignidad fundamental, la libertad y los derechos del hombre y de las minorías protegidas.
En otras palabras, la democracia es el medio moderno de llegar al “poder del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.
Que preconizamos
El autoritarismo está en declive en el mundo. En China también. El poder de los emperadores y de los señores está en vías de extinción. Es momento de hacer que los ciudadanos sean los dueños de sus estados en todas las partes del mundo.
Para China, el camino que conduce hacia una vida mejor pasa por liberarnos del concepto autoritario de la dependencia de un “señor ilustrado” o de un “oficial honesto” y dirigirnos hacia un sistema de libertad, de democracia, de Estado de derecho, y hacia la emergencia de una conciencia moderna de la ciudadanía para quien los derechos son fundamentales y la participación un deber.
Por consiguiente, en este espíritu de deber en tanto que ciudadanos constructivos y responsables, hacemos las siguientes recomendaciones sobre la gobernanza nacional, los derechos de los ciudadanos y el desarrollo social:
1) Una nueva Constitución. Debemos revisar nuestra constitución actual, retirar de ella las cláusulas que contradicen el principio según el cual la soberanía es ostentada por el pueblo. Y debemos transformarla en un documento que garantice verdaderamente los derechos del hombre, autorice el ejercicio del poder público y sirva de marco legal a la democratización de China. La Constitución debe ser la ley suprema del país, no  pudiendo ser violada por individuo alguno, grupo o partido político.
2) La separación de poderes. Debemos edificar un sistema moderno de gobierno en el que la separación de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial estén garantizados.
Necesitamos una Ley Administrativa que defina la extensión de las responsabilidades del gobierno y sirva de garantía contra los abusos del poder administrativo. El gobierno debe ser responsable ante los contribuyentes.
La división de poderes entre los gobiernos de las provincias y el gobierno central debería respetar el principio según el cual el gobierno central ostenta todos los poderes que le son específicamente conferidos por la Constitución y todos los demás pertenecen a los gobiernos locales.
3) Una democracia parlamentaria. Los miembros de los órganos legislativos a todos los niveles deberían ser elegidos en elecciones directas, y la democracia parlamentaria debería respetar principios justos e imparciales.
4) Una magistratura independiente. El Estado de derecho debe estar por encima de los intereses de un partido político particular, y los jueces deben ser independientes.
Debemos crear un Tribunal supremo constitucional y crear procedimientos de examen lo más rápidamente posible. Hemos de abolir todos los Comités políticos y legales que permitan hoy a los altos cargos del Partido Comnista decidir acerca de todas las cuestiones sensibles fuera del marco judicial. Debemos prohibir formalmente el aprovechamiento privado de las funciones públicas.
5) El control público de los funcionarios. El ejército debe ser responsable ante el gobierno, no ante un partido político, y debe ser profesionalizado. Los militares deben prestar juramento a la constitución y permanecer neutrales. Los partidos políticos deben estar prohibidos en el ejército. Todos los servidores del Estado, incluida la policía, deben servir de manera imparcial, y la práctica actual que consiste en favorecer a un partido en el reclutamiento debe asimismo cesar.
6) La garantía de los derechos humanos. Debe haber garantías estrictas en lo que atañe al respeto de los derechos del hombre y de la dignidad humana. Es necesario que exista un Comité de derechos humanos, responsable ante el órgano legislativo supremo del país, que velará por impedir que el gobierno abuse de su poder en materia de derechos del hombre. Una China constitucional y democrática debe garantizar la libertad individual de sus ciudadanos. Nadie debe ser víctima de arrestos, detenciones, interrogatorios o castigos ilegales. El sistema de “reeducación a través del trabajo” debe ser abolido.
7) La elección de las autoridades. Debe generalizarse un sistema completo de elecciones democráticas basado en el principio de “una persona, un voto”. La elección directa de los responsables administrativos a todos los niveles, del condado, de la ciudad, de la provincia o del país debe ser sistematizada. El derecho a elecciones regulares y de participar en ellas en tanto que ciudadano es inalienable.
8) Igualdad entre ciudad y campo. El sistema de registro de residencia debe ser abolido. Este sistema favorece a los residentes urbanos en detrimento de los habitantes de las zonas rurales. Debemos crear un sistema que conceda los mismos derechos constitucionales a todos los ciudadanos y les provea de la misma libertad para vivir dónde se quiera.
9) Libertad de asociación. El derecho de los ciudadanos a crear organizaciones debe ser garantizado. El sistema actual para el reconocimiento de organizaciones no gubernamentales, que exige que sean aprobadas, debe ser reemplazado por un sistema de registro.
La formación de partidos políticos debe ser regida por la Constitución y las leyes, lo que significa que es necesario poner fin al privilegio especial acordado a un partido que posee el derecho de monopolizar el poder, y debemos garantizar el principio de una competencia libre e igual entre todos los partidos políticos.
La formación de partidos políticos debe ser regida por la Constitución y las leyes, lo que significa que es necesario poner fin al privilegio especial acordado a un partido que posee el derecho de monopolizar el poder, y debemos garantizar el principio de una competencia libre e igual entre todos los partidos políticos.
10) Libertad de reunión. La constitución debe preveer que las reuniones pacíficas, las manifestaciones, protestas, y la libertad de expresión son derechos fundamentales de los ciudadanos. El partido en el poder y el gobierno no pueden ser autorizados a someter estos derechos a obstáculos legales e inconstitucionales.
11) Libertad de expresión. Debemos convertir en universales la libertad de expresión, la libertad de prensa, y la libertad de cátedra con el fin de permitir a los ciudadanos ejercer plenamente su derecho a ser informados y ejercer su derecho a la supervisión política. Sus libertades deben ser garantizadas por una Ley sobre la prensa que suprima todas las restricciones políticas impuestas a la prensa. El crimen de “incitación a la subversión contra el poder del Estado”, que existe actualmente en la ley china, debe ser abolido. Debemos cesar en la criminalización de la palabras.
12) Libertad religiosa. Debemos garantizar la libertad religiosa y de fé, e instaurar la separación de la iglesia y del Estado. No debe haber injerencia del gobierno en las actividades religiosas pacíficas. Debemos abolir toda ley, decreto o reglamento local que limite o prohíba la libertad religiosa de los ciudadanos. Debemos abolir el sistema actual que exige la autorización previa del Estado para que todo grupo religioso o todo lugar de culto pueda existir, y sustituirlo por un sistema donde el registro sea optativo, y para aquellos que elijan hacerlo, automático.
13) Educación cívica. Debemos abolir en nuestras escuelas los programas de educación política y los exámenes vinculados a estos, y que constituyen un adoctrinamiento ideológico de los alumnos a favor del apoyo a un partido político. Deberíamos sustituirlos por la educación cívica para promocionar así los valores universales y los derechos de los ciudadanos, desarrollar la conciencia cívica y los valores cívicos al servicio de la sociedad.
14) Protección de la propiedad personal. Debemos establecer y proteger el derecho a la propiedad personal y promover un sistema económico de mercado libre y honesto.
Debemos abolir los monopolios gubernamentales sobre el comercio y la industria, y garantizar la libertad de crear nuevas empresas.
Debemos crear un Comité de empresas de Estado, responsable ante el Parlamento, que supervisará la transferencia de la propiedad del Estado hacia el sector privado de un modo honesto, competencial y ordenado. Debemos poner en marcha una reforma agraria que favorezca la propiedad privada de la tierra, que garantice el derecho de comprar y vender la tierra y permita, al verdadero valor de la propiedad privada reflejarse en el mercado.
15) Reforma financiera y fiscal. Debemos crear un sistema de finanzas públicas regulado de manera democrática y fiscalizable, de manera que se protejan los derechos de los contribuyentes y que respete los procesos establecidos. Necesitamos un sistema en el que los ingresos de un cierto nivel de gobierno (central, provincial, de distrito o local) estén controlados a ese mismo nivel.
Es menester también llevar a cabo una reforma fiscal que abolirá todo impuesto injusto, simplificará el sistema fiscal y repartirá la carga fiscal de manera equilibrada. Los representantes del gobierno no deberían estar en condiciones de aumentar las tasas o crear nuevos impuestos sin un debate público y la aprobación de una asamblea democrática. Debemos reformar el sistema de propiedad con el fin de permitir una competencia mayor en el mercado.
16) Seguridad social. Debemos introducir un sistema adaptado y justo de seguridad social para todos los ciudadanos, y asegurar el acceso de todos a la educación, a la salud a la jubilación, y al trabajo.
17) Protección del medioambiente. Debemos proteger nuestro medioambiente natural y promover un desarrollo que sea sostenible y responsable de cara a nuestros descencientes y al resto de la humanidad. Esto supone que los responsables gubernamentales, a todos los niveles, no solamente se comprometan a hacer todo lo que es posible para alcanzar estos objetivos, sino también aceptar la supervisión y la participación de las organizaciones no gubernamentales.
18) Una república federal. Una China democrática debería actuar como una potencia responsable contribuyendo a la paz y al desarrollo en la región de Asia- Pacífico, tratando con los otros en un espíritu de igualdad y de honestidad. En Hong Kong y Macao, deberíamos apoyar las libertades que ya existen.
En lo que concierne a Taiwán, deberíamos proclamar nuestro compromiso a favor de los principios de la libertad y la democracia, y acto seguido negociar de igual a igual, dispuestos al compromiso, a fin de encontrar una fórmula de unificación pacífica.
Deberíamos abordar los conflictos en las zonas de las minorías nacionales de China con una apertura de espíritu, buscando el marco operativo en el que todos los grupos étnicos o religiosos se puedan desarrollar. Debemos visualizar, en perspectiva, el establecimiento de una federación de comunidades democráticas de China.
19) La verdad en la reconciliación. Debemos restablecer la reputación de los individuos, incluyendo la de sus familias, que sufrieron persecución en las campañas políticas del pasado, o que fueron tratados como criminales en virtud de su manera de pensar, sus declaraciones o de su fe. El Estado debería pagarle compensaciones. Todos los presos políticos o presos de conciencia deberían ser liberados.
Debería existir una Comisión de investigación de la Verdad, encargada de establecer los hechos relacionados con las injusticias y las atrocidades pasadas, determinar las responsabilidades, reestablecer la justicia y, sobre esta base, permitir la reconciliación social.
China, como país importante en el mundo, miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, miembro de la Comisión de derechos humanos de la ONU, debería contribuir a la paz de la humanidad, y a promover los derechos del hombre.
Desgraciadamente, somos hoy por hoy la única potencia entre los principales países, que sigue prisionera de un concepto político autoritario. Nuestro sistema político continúa generando calamidades en materia de derechos humanos y crisis sociales, que no solamente han obstaculizado el desarrollo de China, sino también limitado el progreso de la humanidad entera. Esto debe cambiar, y hacerlo en serio. La democratización de China ya no puede retrasarse más
Por consiguiente, nos atrevemos a mostrar un espíritu cívico anunciando el nacimiento de la Carta 08. Esperamos que nuestros conciudadanos sean conscientes del mismo sentimiento de crisis, de responsabilidad y de misión y, ya se encuentren al servicio del gobierno o no, sea cual sea su estatus social, dejarán a un lado sus pequeñas diferencias y aceptarán los objetivos generales de este movimiento ciudadano.
Juntos, podemos trabajar en favor de cambios mayores en la sociedad china, y para el establecimiento rápido de un país libre, democrático y constitucional.
Podemos dar cuerpo a estos ideales y objetivos que fueron los de nuestro pueblo desde hace más de cien años, y abrir la vía a un nuevo capítulo brillante para la civilización china.


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