lunes, 5 de agosto de 2013

TRABAJO PRÁCTICO GRUPAL Ensayo sobre la película “Los coristas” y el cuento “Un oscuro día de justicia”

FILOSOFÍA POLÍTICA MODERNA Primer cuatrimestre 2013 Alumnos: Ballarino, Exequiel Bertoli, Verónica Le Cam, Claudia Lucero, Yesica El presente trabajo se basa en el análisis de una película de origen francés y de un cuento de Rodolfo Walsh en los que se presentan problemáticas compatibles con las visiones de algunos autores estudiados en el curso de la cátedra. Si bien ambas obras mantienen un eje similar: la historia de un grupo de niños en un internado, haremos un análisis pertinente a cada una, de acuerdo a sus particularidades. El film dramático se llama “Los coristas” y fue realizado en 2004, bajo la dirección de Christophe Barratier, quien recibió varios premios por el mismo. La historia transcurre en un reformatorio llamado Fond de L'etang Iternat (El fondo del estanque) durante fines de los años 40´ en un contexto de crisis de la Francia de posguerra. Los niños y adolescentes allí internados por problemas de conducta o por ser huérfanos, son educados bajo un método de acción/reacción para ser reformados, hasta la llegada de un nuevo celador, Clément Mathieu, quien en su condición de antiguo maestro de música, transforma esa realidad. Si bien el lema principal del film gira en torno a la idea de que la música puede cambiar a las personas (“la musique peut changer les gens”) encontramos en el maestro un sujeto que acciona para transformar la experiencia de esos niños y quien imprime en ellos el valor del reconocimiento del otro, de ser humanidad compartida. El coro y las clases de música son un medio para enseñarles que existe otra educación que regula los impulsos y no que los castiga agresivamente. En síntesis, la película se inicia en 1999 con Pierre Morhange, un director de orquesta exitoso en Estados Unidos, que antes de su salida a escena, recibe la noticia de la muerte de su madre. Concluida su actuación, regresa a Francia para el funeral y esa misma noche un viejo compañero de la infancia, Pépinot, lo visita. Esos adultos habían integrado la clase que 50 años atrás dictaba Mathieu. Con ellos hablando acerca del diario que había sido redactado por el antiguo maestro de música durante su estadía en el correccional, comienza la historia de Fond de L'etang Iternat. La llegada de Mathieu al “internado de reeducación de niños con problemas” fue el 15 de enero de 1949, y su primer acercamiento a un alumno fue con un pequeño, Pépinot, quien estaba en la puerta de entrada esperando a que se haga sábado para que sus padres lo retiraran, sin aceptar que ellos habían fallecido en la Segunda Guerra Mundial. Esta escena representa la realidad de los hijos de víctimas de la guerra y el clima de desesperanza y abandono en el que vivían. En su primera semana en la escuela, Mathieu descubre que los niños son castigados sin piedad por el director Rachin y por los otros profesores, quienes seguían las normas estrictas de disciplina. En ese ámbito de agresión, los jóvenes desarrollan una rebeldía no exenta de crueldad. Pero Mathieu intenta utilizar el humor y la amabilidad para ganárselos, para lo que aplica nuevas estrategias, como por ejemplo cuando descubre al autor de una trampa que hiere gravemente al portero, le impone el cuidado de la víctima a cambio de no delatarlo al director. El descubrimiento de las voces de los chicos cantando canciones groseras sobre su persona, le da la idea de combinarlas con su vocación de compositor y formar un coro. Uno de los estudiantes, Morhange, al principio se niega a cantar pero después se transforma en el solista con la condición de que se comportara (este será el brillante director de orquesta con el que se inició la película). Aún con los que tienen menos atributos les propone una función, mostrándoles que pueden hacer algo que les guste para sí y para el grupo; así la música se convierte en un lazo intersubjetivo entre ellos. La formación del coro mejora la relación con los chicos y hasta distiende la rigidez entre los profesores, quienes se atenían a las normas de represión y a los castigos ejemplares y agresivos. Si como Chantal Mouffe, vemos a la política como aquello que “apunta a un orden, a organizar la coexistencia humana en condiciones que son siempre conflictivas”, pero que no llevan al antagonismo eliminador o sometedor de enemigos, sino al agonismo confrontador de adversarios propio del deseado pluralismo constitutivo de toda sociedad democrática, podemos llegar a pensar en la pequeña comunidad del internado como una comunidad bajo un régimen dictatorial. En él se planteaban estrategias compatibles con la visión del otro-pupilo como enemigo, bajo una relación de antagonismo. Es interesante el punto de vista de esa autora belga porque reconoce en toda comunidad la existencia constante de conflictos. Pero propone la constitución de un nosotros en un contexto de diversidad, pues considera que “la cuestión decisiva de una política democrática no reside en llegar a un consenso sin exclusión, sino a llegar a establecer la discriminación nosotros/ellos de tal modo que resulte compatible con el pluralismo”. Aquí no podemos dejar de ver que para ello es necesario cambiar la mirada hacia el otro, que es lo que en la película representa la actitud y el accionar del maestro-celador. Mathieu, deja de tratar a los niños como delincuentes sin remedio a personas con distintas características, facultades y habilidades cuyo desarrollo puede ser creador de seres más plenos, menos agresivos y mejores. Esa mirada del otro fue analizada por Levinas con su propuesta de la intersubjetividad, superadora de la objetividad, siendo lo ético oír la voz de ese otro que llega desde afuera, de la totalidad hegemónica, recordando el pensamiento de Sartre en cuanto a escuchar al otro, otro yo, un yo que no soy yo. Por otra parte, Enrique Dussel abandona la metodología decimonónica de la dialéctica propia de la totalidad de la cosmovisión occidental, por un nuevo método analéctico como camino de la realización de la auténtica filosofía de la liberación. Acercándonos a su visión, diremos que la filosofía como amor a la sabiduría se convierte en la sabiduría del amor, del amor al otro. Mathieu encarnaría el sujeto por excelencia de Dussel, porque desde su llegada al reformatorio muestra una preocupación por el otro excluido. Esto se ve en aquellos casos en los que él se responsabiliza delante de la autoridad por los otros niños, y en el trato con ellos considera sus problemáticas personales y su condición de seres humanos. Respecto a la importancia del otro, es que considera a la ética como el centro mismo del pensamiento de la filosofía. Teniendo en cuenta el pensamiento de Cornelius Castoriadis se puede tomar al internado como una sociedad heterónoma, en la cual, como plantea el autor, se impide el desarrollo de las voluntades y de la participación de quienes la conforman. Asimismo, se presenta como un sistema de clausura de la significación, en la que la autonomía es inexistente, puesto que no hay procesos que permitan el cambio. Esta era la realidad de la institución previa a la llegada del maestro de música: los niños actuaban bajo la tutela de un método de acción/reacción, indiscutible ley impuesta por la autoridad que los anulaba como personas, y les imponía castigos de servidumbre. Entre las canciones populares que los niños cantaban, aparece una que significativamente dice “c’est pas toi qui fera la loi”, “no serás tú el que haga la ley”, recordando el sometimiento a las normas sagradas de la tradición y de la razón del poder. Mathieu se erige como sujeto de acción que pone en marcha un proceso de autonomía, a partir de la creación del coro, para resaltar las facultades de los niños otorgándole a cada uno un rol que los reconoce y dignifica. Aparecen aquí dos conceptos tomados del psicoanálisis y del arte: deseo y creación. Mathieu como músico fracasado, tal cual él se presenta, imprime en los niños la pasión por la música que él mismo compone. Es así que este grupo se transforma en una sociedad viviente, hacedora de nuevas normas, que no tienen que ver con las prácticas convencionales y estructuradas de la educación tradicional, sino con la empatía y el amor al otro (tal como el respeto entre los compañeros y con él mismo). Gracias a la apertura, esta sociedad superó lo instituido convirtiéndose en instituyente. En la letra de la canción “Vois sur ton chemin”, Mathieu refleja la realidad de los niños y el mensaje esperanzador que quiere que ellos reconozcan: “Mira en tu camino a los niños olvidados, perdidos, dales la mano para llevarlos a otro mañana. Siente en medio de la noche la ola de esperanza, ansia de vivir, sendero de gloria. Alegrías infantiles, olvidadas, borradas demasiado pronto, una luz dorada brilla eternamente al final del camino”. La creación del coro les permitió reconocerse en las diferencias, antes escondidas en las burlas y la falta de respeto. Esas diferencias, en conjunto y bajo la tutela de Mathieu, significan, en ese nuevo contexto de creación y cambio, el sueño de algo esperanzador que está por venir, que puede alcanzarse, el fin del desamparo y el abandono. Aún con la prohibición del director de que los niños continuaran con el canto porque eso los hacía inteligentes, según decía, las clases se realizaban de madrugada, en la clandestinidad, como lo dictaminó el profesor de música, ahí mismo sentían “en medio de la noche la ola de esperanza”. La llegada de Mathieu puede reconocerse como un momento de ruptura y de creación simultáneamente, en la que el conjunto (los niños y el maestro) cuestiona la institución y se inicia un proceso de autonomía que cobra impulso en la aceptación colectiva por nuevas significaciones. Esa ruptura, que juzga las prácticas del internado, supone un factor de cohesión entre los niños, quienes se ven representados, en tanto grupo, al compartir un interés por el coro. Los procesos de reflexión puestos en marcha por Mathieu cuestionan lo instituido por el director y permiten que haya creatividad en la historia. Paralelamente a la idea de creación de Castoriadis, Hannah Arendt desarrolla el concepto de dar inicio. Ese algo espontaneo que se produce de manera inesperada, imprevisible e inexplicable causalmente lo llama “milagro”. Esas acciones o iniciativas humanas llevadas a cabo por Mathieu le dan un giro a la historia del “Fond de L’Etang”. Armar aviones de papel, escribir proyectos e ilusiones, cantar para un público adulto y jugar a ser niños, contrastaba con las expectativas que estaban opacadas por los métodos de acción/reacción. Desde el punto de vista de Ernesto Laclau podríamos considerar al internado como una sociedad en la que sus prácticas están estructuradas bajo un sistema de significación. En su análisis asegura que no hay nada de la vida social que no sea discursivo, visto el discurso como la totalidad relacional de secuencias de significantes, cuya formación es siempre el resultado de articulaciones sociales. Así, el sistema de prácticas existentes a la llegada del maestro-celador plantea la existencia de una hegemonía, que intenta extender un conjunto relativamente unificado de discursos como el horizonte dominante de este sistema social. Allí, la aparición de nuevas prácticas, fruto de las diferencias de demandas no atendidas, comienza a resignificar actitudes, lugares, acciones y personas. Es decir, cada niño, por su vivencia particular, establece un contra-discurso respecto del que impera en el internado, pero al fin de cuentas, estos constituyen un significante común a partir de la presencia de Mathieu. Los antiguos significantes vacíos ahora cobran una nueva impronta (nuevo significado) representada en la acción colectiva. El canto usado como arma de burla en una primera instancia, deja de ser sólo una distracción para huir de la realidad o rebajar de manera aviesa la figura de los miembros del establishment o de sus propios compañeros, para ser el creador de una realidad nueva en la que se encuentran positivamente articulados. El ataque es más digno, porque a la vez es formador y revitalizador, en donde se aúnan sus equivalencias y se muestran orgullosos de su nueva identidad: los coristas. Como mencionamos al principio, otro de los elementos de análisis es el cuento de Rodolfo Walsh “Un oscuro día de justicia”, que aborda una temática similar a la película, pero con algunas diferencias producto del contexto. La obra transcurre en una escuela de una colectividad irlandesa, un celador de poder dictatorial aterra a un pupilo, obligándolo a participar de luchas entre alumnos. Este niño de contextura pequeña, Collins, se cansa de ser humillado por su superior y escribe a su tío Malcom, que le promete que irá a la institución a matar a golpes a ese profesor. Empieza el mito. Los chicos están convulsionados por la llegada del héroe. Sin embargo, aprenderán que esa pelea la deben dar ellos. Walsh llama “pueblo” a los alumnos, lo que traza un paralelismo entre el colegio y el país. Es importante considerar que “Un oscuro día de justicia” fue escrito en noviembre de 1967, poco después de la muerte del Che Guevara en Bolivia, y se publicó en 1973, poco tiempo antes del regreso de Perón, cuyo retorno representaba para muchos la salvación de la patria y por eso era recibido por un pueblo esperanzado. Esa esperanza, similar a la que suscitaba el tío Malcom. El cuento puede ser leído en dos sentidos, porque el tío de Collins puede encarnar tanto la muerte del Che como el regreso de Perón al país. De cualquier modo, el texto tiene la clara impronta nacionalista de Walsh, que no hace más que proponer que el “pueblo” sea el protagonista activo de la lucha por el poder. Según el pensamiento de Chantal Mouffe podemos observar que el celador Gielty ocupa el lugar hegemónico. Él determina la manera en que tienen que comportarse los alumnos y las normas que deben cumplir. Con la excusa de que “deben abrirse un camino en la vida” porque así lo ordena Dios, los obliga a pelear entre ellos, torturando a Collins. Sin embargo, dado que se visualizan claramente los actos, los cuales son cuestionados, comienzan a surgir proyectos contra-hegemónicos, que surgen en el seno del “pueblo”, como denomina Walsh a los doce alumnos a cargo del celador. Se empieza a conformar lazos de solidaridad y generosidad que no existían antes de que se estableciera el “ejercicio”. El plan contra-hegemónico comienza a tomar forma cuando Collins le escribe a su tío para que lo rescate. Cuando llega la respuesta del héroe, todos los chicos del internado esperan la lección que este hombre iba a darle a Gielty. Pero increíblemente Malcom pierde la pelea. Sin embargo Walsh destaca que fue en ese momento que “el pueblo aprendió que estaba solo y que debía pelear por sí mismo y que de su propia entraña sacaría los medios, el silencio, la astucia y la fuerza.” Ernesto Laclau entiende al populismo como un elemento constitutivo de la unidad del grupo y va a mencionar dentro de sus rasgos las demandas sociales o populares, que si se logran unificar en una cadena equivalencial, permiten la constitución del pueblo. En el cuento, la unidad de grupo se produce cuando Collins termina en el hospital por los daños que recibe. Ya existía en el colegio un grupo anárquico y subversivo, conocido como la liga Shamrock, que actuaba desde la clandestinidad. Pero esta organización era sectaria y no permitía el ingreso de los más pequeños. Sin embargo, como se expresa en el cuento “la conducta y locura del celador Gielty eran ya una ofensa para todos”. A partir de ese momento, se establecen nuevos vínculos entre los personajes. Los más grandes dejan de actuar como bravucones y comienzan a respaldarse unos a otros. Además, se crea alrededor de la figura de Malcom, un mito. Se trata, en un principio, de un hombre “limpio, fuerte, vengativo y pleno de cólera y de amor”. A medida que transcurre el tiempo se supo que “había sido un héroe en la guerra del Chaco o de España, donde fue condecorado por el presidente de Bolivia”. Hace referencia a todos aquellos símbolos que son componentes fundamentales en la conformación de las identidades populares y la figura centralizada del líder. Sin embargo, estos elementos que forman una cadena equivalencial (junto con las demandas de una mejor calidad de vida que reclaman los chicos), continúan existiendo en el pueblo, cuando el líder desaparece, porque son parte de la identidad popular. Enrique Dussel, desde su Filosofía y su Ética de la Liberación nos provee de algunos conceptos que son relevantes en este cuento, más allá de la coincidencia de nacionalidad entre Dussel y Walsh, y del momento histórico, tanto del desarrollo de su filosofía, como del cuento respectivamente. Cuando nos dice que el liberador, los liberadores, los héroes se levantan contra la moral, no es en referencia a la manera del “superhombre” de Nietzche sino de un “hombre-que-trasciende” el orden represor injusto, pero al servicio de los oprimidos, los pobres, los pueblos alienados. Ese liberador, en último término, es el pueblo mismo, el “nosotros” histórico que con su vida construye nuevos órdenes morales. En este cuento, Malcom se había transformado en ese héroe de Nietzche, en el “superhombre” que los iba a liberar, incluso se lo nombra así en un párrafo del cuento, pero no es eso lo que necesitan para construir un nuevo orden: “… mientras un último golpe lanzaba al querido tío Malcolm del otro lado de la cerca donde permaneció insensible y un héroe en la mitad del camino”. Para Walsh, ese orden represor injusto del colegio, será superado por el pueblo, ellos serán sus propios liberadores, los pupilos son los llamados a ser héroes. Dussel dice que la ética de la liberación tiene un fundamento diferente a la moral presente porque es utopía futura, ser, fin, bondad opuesta a la del sistema actual. En nombre de dicho fundamento se eleva un pueblo contra los intereses de las clases dominantes del sistema actual y lo declara inmoral. El auxilio del héroe de afuera les sirvió para entender que ahora serían ellos, devenidos en el pueblo, sólo ellos podían, debían, doblegar a Gielty, al orden impuesto, al dominador, ahora inmoral. El poder es representado por el celador Gielty que exhibe una matriz ideológica darwiniana y celebratoria de la violencia: "Deben aprender a pelear y a abrirse un camino en la vida porque Dios ordena —y aquí palmeó uno de los libros que era más grande y de tapas negras— que las más fuertes de sus criaturas sobrevivan y las más débiles perezcan". En “Un diálogo sobre el poder y otras conversaciones” Michael Foucault dice que quizá todavía no sabemos qué es el poder, actualmente éste es el gran desconocido: ¿quién ejerce el poder? ¿Dónde lo ejerce? Sabemos perfectamente que no son los gobernantes quienes detentan el poder sino que en todo lugar donde hay poder, el poder se ejerce. Cada lucha se desarrolla alrededor de un “lar” particular de poder que puede ser un jefecillo, un juez, un director de prisiones; en este cuento, el celador del Colegio. Y designar los “lares”, los núcleos, denunciarlos, como en la carta que escribe Collins a su tío, es ya una lucha, no porque nadie tuviera aun conciencia de ello ya que todos los pupilos que presenciaban el Ejercicio o sabían de él, tenían conciencia del poder que el celador ejercía sobre ellos, pero tomar la palabra sobre este tema, forzar la red de la información institucional, nombrar, decir quién ha hecho qué, es una primera inversión del poder, es un primer paso para otras luchas contra el poder. El discurso de la lucha se opone al secreto según Foucault. Vemos en el “Ejercicio”, cuya característica principal es ser secreto, el medio por el cual el celador ejerce su poder: “En las semanas y meses que duró el Ejercicio, el celador Gielty, no quiso que dejara de ser un secreto”. Si estamos atentos al momento histórico en que se escribió el cuento y se publicó unos años después, podemos inferir tres mecanismos de control sobre la sociedad: la censura, la represión y el control por parte de la Triple A. En el cuento, Walsh utiliza como estrategia discursiva la práctica clandestina del “Ejercicio” en manos del celador Gielty, que simboliza la autoridad del colegio, el poder ejercido por el Estado, es la autoridad que castiga y ejerce la violencia para asegurar el orden de la comunidad. El pequeño Collins simboliza al oprimido, a alguien del “pueblo” que espera la llegada del héroe, su tío Malcom, que, como dijimos, tanto puede ser el Che como Perón, o ambos (en algunas de las representaciones de Malcom, que imaginan los pupilos, podemos ver referencias de cada uno de ellos). Sobre estos tres personajes principales en el relato gira la perspectiva de la liberación del poder dictatorial. La carta genera una expectativa que “salvará” al pueblo, pero esa esperanza se termina cuando el celador vence a Malcom. La alternativa será la posibilidad y la necesidad de que el Pueblo se organice por sí mismo para liberarse. Es la acción orientada al futuro de la que nos habla Dussel, no la de los hombres que esperan, en los que el futuro será dado y no realizado por una autoconciencia: “Los pueblos que esperan expectantes lo advenidero se transforman necesariamente en súbditos”. En ese sentido, no somos libres ante un futuro impuesto o recibido, los pupilos deben hacerse cargo de su futuro, de su liberación, que es el verdadero futuro humano para Dussel, y también, según nos deja ver, para Walsh, que no sólo desde lo literario, metafórico y poético expone su pensamiento, lo hizo además desde su profesión, y el compromiso con sus ideas, en definitiva, entregando su propia vida por esas ideas. En conclusión, el análisis de estas dos obras contemporáneas, el cuento de Rodolfo Walsh “Un oscuro día de justicia” y la película “Los coristas”, nos permitió reconocer en estas ficciones tan comprometidas varios de los conceptos vertidos por los autores estudiados en la cátedra y seguramente en un trabajo más extenso podrían encontrarse muchos más. La elección se basó, justamente, en la claridad con que se exponían situaciones, actitudes, ideologías, acciones, todas partiendo desde la humildad de entenderse humano entre seres humanos, finito, pero no impotente, miembros de grupos colectivos humillados, igualdad básica no siempre respetada, con diferencias pero con acciones mancomunadas que podrían provocar cambios creativos.

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