viernes, 14 de junio de 2013

Filosofía y política en el siglo XXI El mundo visto por Toni Negri El polémico pensador italiano, que hoy dará una conferencia en Buenos Aires, analiza la originalidad de los movimientos sociales surgidos en España, Estados Unidos y los países árabes durante 2011, y habla de las formas novedosas de participación democrática que observa en América Latina y de los desafíos que enfrenta Europa Por Antonio Negri | Para LA NACION Ver comentarios inShare Foto: AFP / Dominique Faget Más notas para entender este tema Toni Negri: "Es necesario volver a las palabras que significan algo" Observando los movimientos de 2011 se puede notar cómo han desarrollado una temporalidad específica. Quienes hayan seguido la historia de los movimientos sociales y políticos en Occidente después de la segunda posguerra, y sobre todo después de Mayo del 68, han notado sin embargo como éstos de un modo frecuente (casi siempre) han nacido de una forma reactiva, como resultado de hechos o accidentes históricos imprevistos. El desarrollo de estos movimientos se ha dado normalmente en el ritmo de la respuesta a las decisiones del poder. Las estrategias del poder casi siempre han anticipado las de los movimientos democráticos. Los movimientos de 2011 muestran en cambio una independencia acentuada y una autonomía en la gestión del propio desarrollo, en la gradación de su potencia constituyente. Estos movimientos muestran características nuevas, sea en la definición de la temporalidad como en la determinación de la propia disposición espacial. Surge la hipótesis de que "una ontología dinámica del ser social" pueda aquí proponerse de maneras originales y radicales. TIEMPO AUTÓNOMO Cuando, por ejemplo, se insiste sobre la larga y expansiva temporalidad de la "primavera árabe" podría parecer que se introduce subrepticiamente una concepción diferente del tiempo de la aceleración insurreccional de los acontecimientos que normalmente definen el inicio de toda lucha. Pero no es así: el proceso de decisión en asambleas abiertas, horizontales, que caracterizan todos los "acampes" de 2011, es también muy lento. ¿Tendrían entonces que privilegiarse el tiempo lento y la longue durée de los procesos institucionales por sobre los acontecimientos insurreccionales, como había sugerido Tocqueville? No lo pensamos de este modo. Aquello que es interesante y nuevo en estas luchas no es la lentitud o la velocidad, sino la autonomía política con la que administran la propia temporalidad. Esto muestra una enorme diferencia de los ritmos rígidos o histéricos de los movimientos alter-globales que seguían a los encuentros de las cumbres gubernamentales del inicio de nuestro siglo. En sentido opuesto, en el ciclo de luchas de 2011, velocidad, lentitud, profunda intensidad y aceleración superficial están combinados y mezclados. En cada momento el tiempo es quebrado en la programación impuesta por las presiones externas y por las etapas electorales y establece su propio calendario y sus ritmos de desarrollo. Esta noción de temporalidad autónoma nos ayuda a clarificar por qué pretendemos que estos movimientos se presenten como alternativos . Una alternativa en efecto no es una acción, una propuesta, o bien un discurso simplemente opuesto al programa del poder, sino que es un nuevo dispositivo , radicado sobre un punto de vista asimétrico. Este punto de vista se encuentra en otro lugar . Su autonomía hace coherentes los ritmos de una temporalidad propia y en esta perspectiva produce nueva subjetividad, luchas y principios constituyentes. Las determinaciones temporales de una acción constituyente fluctúan entre la latencia y la rapidez en relación con otros factores. Lo más importante es cuán contagiosa, o mejor, epidémica pueda resultar cada acción constituyente. Demandar la libertad frente a un poder dictatorial, por ejemplo, introduce y difunde la idea de una igual distribución de la riqueza, como ha sucedido en Túnez y Egipto; pone el deseo de la democracia contra la estructura tradicional de la representación política revelando también la necesidad de participación y transparencia, como en España; abre la protesta contra la desigualdad creada por el control financiero y conduce a demandar una organización democrática de lo Común y del libre acceso, como en Estados Unidos, y así sucesivamente. Las temporalidades son veloces o lentas, en la medida de la intensidad viral de la comunicación de las ideas y de los deseos que, en cada caso, instituyen síntesis singulares. No hay aquí, evidentemente, "autonomía de lo político", en el sentido schimittiano; las decisiones constituyentes de los acampes se forman a través de construcciones complejas y negociaciones de conocimiento. No hay ningún líder o comité central que decida. El método deviene esencial, como lo es el discurso programático: los indignados españoles y los ocupantes de Wall Street combinan en su discurso y en sus acciones la crítica de las formas políticas representativas y la protesta contra la desigualdad social y el dominio financiero. UNA ONTOLOGÍA PLURAL DE LO POLÍTICO Las luchas de 2011 han sucedido en lugares muy diversos y sus protagonistas tienen formas de vida muy distintas: ¿por qué, entonces, consideramos estas luchas como parte de un mismo ciclo? Es, antes que nada, evidente que estas luchas se enfrentan a un mismo enemigo, caracterizado por su poder sobre la deuda, sobre los medios, sobre los regímenes de seguridad y sobre el sistema corrupto de la representación política. Sin embargo, el primer punto a subrayar es que las prácticas, las estrategias y los objetivos, si bien son diferentes, han sido capaces de conectar y de combinar diversas luchas plurales en un proyecto singular, creando un terreno común. El "collar" que reúne, que agrupa, puede ser inicialmente lingüístico, cooperativo y basado en los network . Pero este lenguaje común se ensancha pronto a través de los procesos de decisión horizontales. Esto requiere una autonomía temporal. Comienza frecuentemente con comunidades pequeñas o con grupos barriales (en Tel Aviv los indignados israelíes reproducían el espíritu y la forma política de la tradición kibbutzin ). Estos movimientos han intentado encontrar sustento e inspiración en los modelos federalistas. Pequeños grupos y comunidades se reúnen y crean proyectos comunes sin renunciar a las propias diferencias: el federalismo constituye un motor de recomposición. Pocos elementos de la teoría del Estado y de la soberanía federal permanecen aquí; existe más bien el residuo de las pasiones y de la inteligencia de una lógica federal de asociación. Por otra parte, muchas de las armas desarrolladas contra estos movimientos son animadas por el proyecto de romper las conexiones de estas lógicas federales. El extremismo religioso sirve con frecuencia para dividir los movimientos en los países árabes; formas vengativas y racistas de represión son utilizadas para dividir las insurrecciones en Gran Bretaña; y en Estados Unidos, en España y en Europa, las provocaciones policiales intentan empujar a las protestas no violentas hacia la violencia para crear divisiones. Sin embargo la política está conquistando, a través de estos movimientos, una ontología plural. Un verdadero pluralismo de las luchas emerge de tradiciones diferentes y expresan diferentes objetivos combinados en una lógica federal y cooperativa -con el fin de crear un modelo de democracia constituyente en el cual las diferencias sean capaces de integrar y de construir nuevas instituciones- como quería Spinoza, desde abajo pero con gran potencia efectiva: contra el capital global, contra la dictadura de las finanzas, contra el biopoder que destruye la tierra y por un acceso libre a la autogestión de lo Común. La próxima etapa de los movimientos consistirá no sólo en vivir nuevas relaciones humanas, sino también en participar desde abajo para la construcción de nuevas instituciones. Si hasta aquí hemos construido la "política de la pluralidad", ahora tendremos que poner en movimiento la "máquina ontológica" de la pluralidad misma. Una ontología plural de lo político se ha puesto en acción, desde 2011 hasta ahora, en el encuentro y en la recomposición de subjetividades militantes. Para decirlo con Georg Lukács, la democracia es siempre una subversión del tiempo. Extracto de la conferencia dictada en el Instituto Francés de Budapest el 25 de mayo de 2012. Publicada en italiano por UniNomade.mpo. Traducción: Adrián Cangi y Ariel Pennisi